En Paz

Ya están ubicados los fetiches y distribuidos  los regalos. Sólo falta descargar las fotos y confiar en que, a medida que pasa el tiempo, no se limiten a ser un mero recuerdo sino un constante toque de atención y una lección de humildad.

Me duele la espalda como si aún cargara sobre ella los 14 kilos de mochila que, a lo tonto a lo tonto, fui sumando en un viaje limitado a las camisetas y a los pantalones flojos. No he encendido la tele y el único ruido que me he permitido hasta el momento ha sido el del secador de Rosa, mi peluquera, que está a medio camino entra un Sadhu y una terapeuta, diagnosticando mejor que nadie mi estado de ánimo.

Rosa ha ido construyendo en Mordor, paralelamente a mi formación en esta ciudad, un pequeño remanso de paz en el que refugiarte para algo más que para cortarte el pelo. Por eso sabe leer en mis ojos que siguen tristes, como antes de marcharme, pero con un algo distinto en el contorno, que me favorece y la incita a apostar más por la canela que por el cobre a la hora de cubrir mis canas.

colores

Colores

Sé que puedo parecer frívola, pero ¿qué pensáis, que  acaso los indios no son igual de coquetos? Obsesionadas por el multiculturalismo y por el complejo sistema social del país, durante muchos días creímos que los numerosos hombres y algunas mujeres que tintaban su pelo de rojo era porque pertenecían a alguna casta o etnia que se nos había escapado.  Preguntamos, ingenuas, y entre risas y gestos nos explicaron que, simplemente, era una cuestión estética, como la nuestra, cuando el pelo empezaba a blanquear y decidían cubrírselo de gena.

Sí, es cierto que, pese a este tipo de anécdotas, va a ser difícil olvidar lo roto, lo sucio, lo oscuro. Soy consciente, por ejemplo, de la escasez de letrinas y de los hábitos higiénicos que esto conlleva, pero aún así quiero reivindicar que el indio es presumido y limpio y, más allá del ruido, quiero que en mi recuerdo se impongan los colores y la estampa de ropas siempre tendidas a los ratos de sol.

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Fiesta colores

Hasta las ciudades, al menos en el norte, al menos en el Rajasthán, se definen por sus tonos y, descascarilladas, no defraudan; aunque para nosotros, el rosa de Jaipur, realmente, sea más un color asalmonado 🙂 No llegamos a visitar Jodhpur, pero me creo que sea azul; ni la blanca Udaipur, pero sí comprobamos el amarillo de Jaisalmer y para ciudades blancas, la pequeña Pushkar fue un gran descubrimiento.

También sus gentes, como decían las guías, son las más bellas del País, que ya estaba bien de ver solo chicas preciosas, por algún lado tenían que aparecer los míticos indios cachondos, de ojazos no siempre oscuros y modales de saberse guapos.

Sonrisa niña

Foto Isabel Allende Robredo

Guapos por fuera y guapos por dentro. Esa es la espiritualidad y la paz que transmite la India en el medio de su caos y de su miseria. No es una espiritualidad explícita, de hindús haciendo posturas de yoga por todas las esquinas, sino el fruto de una filosofía que, aún viviendo con la mayor de las riquezas, estoy segura de que permanecería. Lo he dicho más de una vez, es un país que apenas tiene motivos para hacerlo y aún así, sonríe. Es casi un continente que debería indigestarse de hojas de betel para escupirnos a la cara y aún así, mira sin rencor y de frente.

Yo no siempre he podido hacer lo mismo, lo reconozco, no cuando eras perfectamente consciente de que el crío o la mujer que te pedían no lo hacían con la picardía de la simple subsistencia, sino con el resabio de tener que dar cuentas y la resignación de asumir lo que viniese si las cuentas no salían. Te lo advierten por activa y por pasiva, que en tal caso solo les compres comida que abran y coman en tu presencia, lo que casi nunca aceptan, así que ya se sabe, ojos que no ven… corazón que se hace añicos.

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Niña gitana subiendo al Amber Palace (Jaipur)

Me vienen a la mente, especialmente, la niña gitana con la que descubrí las faldas de vuelo, que me pilló con la guardia bajada y me desplumó entre posado y carcajadas; o las trillizas musulmanas a las que puse a prueba resistiéndome a comprarles nada hasta que me adentré en lo que ya era zona residencial del mismo barrio y desde aquella frontera invisible de castas se limitaron a no dar un paso más, pese a mi insistencia, y decirme un alegre y sonoro bye bye. También fue buena la que armaron la pandilla que pretendía enseñarme una cobra, esas sí supieron dar con mi punto débil, lo que quieras pero por dios que ese bicho no salga de su cesta. Conste que eran fáciles de conformar, el único problema es que no tenía suficientes pulseras para evitar que se pelearan entre ellas.

Más complicado fue hacerme entender ante una madre tullida y su hija de unos seis años cuando su hermano, de más o menos 1, me agarró desconsolado de su manita y sin mirar atrás se secó los mocos para seguirme allá donde fuera. En cuestión de segundos me di cuenta de que a esa madre y a esa cría les asaltaron todas las alertas, de que el robo de menores no es una cuestión baladí, por lo que quise deshacerme de inmediato del niño, que increíblemente ejercía más fuerza que la mía y la de su hermana juntas intentando desprender sus deditos de los míos. Lo dejé recobrando el llanto y, sí, seguí de frente.

niñas tuc tuc

Transporte escolar

Quiero pensar que algún día lo veré vestido impecable de uniforme en uno de esos tuc tuc que hacen las veces de transporte escolar, con los que nos cruzamos innumerables veces, en los diferentes estados, y que te dan cierta esperanza de un país que algo está cambiando. La muestra, lo sé, no es científica, y menos cuando estamos hablando de una población de 181 millones de habitates (datos del último censo de 2011) y de unas tasas de escolarización que se han incrementado hasta el 74 pero que aún están lejos de alcanzar a toda la sociedad. ¿Cuántos niños y niñas habremos podido ver nosotras yendo a esos colegios?

Supongo que tampodo serán mayoría, todavía, padres como los que se nos acercaban para mostrarnos, orgullosos, a sus hijas gorditas, pidiendo los fotografíaramos con ellas. Pero por algo hay que empezar y gestos como este, unidos a la campaña de selfies que se ha hecho viral contra el feminicidio en la India, invitan a que a ti también se te ponga la cara de smile y te sientas de colores. Lo mismo con el pequeño Ashiv, un fuguillas de apenas nueve meses que, en nuestro último tren de Varanasi a Delhi, nos sorprendió con un gesto insólito, sin directriz adulta, además: recoger los papeles de sus galletas para tirarlos donde correspondiera y no precisamente al suelo. Igual de conmovedor fue ver a su padre ocupándose del aseo diario por la mañana: toalla para lavar la cara, cepillo de dientes y un peine con el que le trazó una impecable raya al lado, obra casi de un delineante.

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Mujeres de colores

Como diría la canción, yo me quedo, con todas esas cosas, pequeñas, silenciosas, con esas yo me quedo. Quizás por eso pese tanto la mochila, porque también portaba fetiches y regalos invisibles, de valor intangible y peso incalculable. Quizás por eso aún me duela la espalda como si cargara con ella, para que no olvide, como los tullidos, que el miembro que falta siempre va a seguir doliendo.

2 comentarios en “En Paz

  1. Menina linda! Vaia relato tan ben escrito e con tanta sensibilidade! A ver se nos vemos pronto!🌷🍀Un bicazo! Unha masaxe nas costas viríache ben! Se pode ser das mans dun fornido maromo!🍀🌷

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