En el mejor de los casos. Vivimos tiempos demasiado inciertos, frágiles, súbitos como para poder decidir qué tipo de conexión o de desconexión he elegido. En el blog y en las respectivas redes.
Las de R y las de A. Las de A y las de R.
Demasiado tiempo, además, sin pasar por aquí y eso no es bueno. Ni serio, tampoco. Al fin y al cabo, si creas un espacio como punto de encuentro, de intereses, de intercambio, de compañía, de conocimiento… debe ser un poco como en la vida, debes mimarlo y alimentarlo.
Han sido muchos y muy distintos los pies que he buscado en mi intermitencia para el reenganche a la tecla. Desde la distancia de un océano hasta el doble confinamiento al que me condujeron Hiroshima y la pandemia. Y ninguno de ellos me han llevado a la constancia.
No fue dejadez, ni falta de disciplina. Sí es verdad que los tiempos no son los que eran, los físicos, los que se miden, se cuentan en segundos, minutos y horas que vuelan hasta sumar semanas, meses que, sin darnos cuenta, nos situarán, implacables, ante el abismo de un año nuevo.
Anne Merkel nació un 14 de Febrero, un día de los enamorados, como declaración de principios del amor propio, de la importancia de quererse a uno mismo. El superyo de mi minino. Hoy, por fin, he decidido darla por muerta. Y digo por fin porque yo, que tan militante soy de la muerte digna, la he ido sometiendo a una larga agonía hasta ser capaz de dar el paso.
Lo escribí ayer en las redes, una escapada al Fin del Mundo y el aniversario de Bóveda: «A derradeira lección do Mestre» me parecían un buen momento para justificar la despedida. El aniversario del asesinato de Lorca, hoy, creo que terminan dibujando el contexto perfecto. Decía el poeta que «El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta». Y en ese estado vegetativo, alguien que ha nacido, además, para poner los puntos sobre las íes, debe dar un paso atrás.
Sin esperanza. Seca. Sin inspiración. Sin talento -cómo si alguna vez lo tuviera- toca centrarse, primero, en sobrevivir y, lo que reste, en vivir. Sí, no confundo el orden, desgraciadamente es lo que toca según, precisamente, «el orden que nos han establecido» estos locos años 20.
Toca reiventarse, como muchos, como todos. Toca buscar, entre otros pespuntes, otras costuras, entre otras modas pero, sobre todo, toca volver a quererse. Y con las gafas de la autoestima puestas de nuevo, graduadas conforme a los tiempos y a los años -que también llega un momento que obligan a bajarse de las Vogues y las pasarelas- volveré, volverán.
A y R … R y A.
Nota: Fuistes pocos pero suficientes los que me habéis acompañado en este viaje que, si no recuerdo mal, empezó hace algo más de 7 años. Agradecimiento infinito, siempre. To be continued, seguro 😉