Lucía Estévez

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Mi primer porno lo vi gracias a mi hermana. Cine dentro del cine. La ley del deseo. Adoraba a Eusebio Poncela desde muy pequeña, desde los inviernos de castañas pilongas, tele en blanco y negro y series míticas como Los Gozos de Ulloa y las Sombras de los Pazosque la memoria ya no me alcanza para fechar con exactitud- También, más tarde, seguí loca por él. Mi Pepe Carvalho, de hecho, ya fue para siempre el de Poncela no el de Montalbán. Y me hice adulta, creo, cinematográficamente hablando, a través de la película de Almódovar. Adulta porque fue como un bautismo en las cosas estas para mayores de 18, aunque a mí aún me faltaban algunos años para cumplirlos. Adulta porque nunca había visto porno, mucho menos porno homosexual y mucho menos aún porno homosexual en casa con el beneplácito de tu madre.

Fue mi hermana la que intercedió por mí para poder sentarme delante del televisor y, las cosas como son, hizo algo de trampa con mamá a la hora de explicarle de qué iba la película. Fue algo incómoda, de hecho, esa primera escena de Antonio Banderas rodando, ya no recuerdo muy bien, si una mamada o una penetración. Pero mi madre era la bomba, así que no abrió la boca. Tampoco continuó viendo la película. 90 minutos de tragedia y sicotragedia durante los que ni pestañeé ni, probablmente, entendí nada. No tengo claro si hice muchas preguntas, sí sé que mi hermana me dio una especie de chapa para que me enfrentara con naturalidad al sexo, a la diversidad, al amor, al desamor… y a la familia. Porque aunque no es una parte de la trama que se destaque, La ley del deseo también es un drama familiar, un drama entre hermanos y nosotras, de eso, aún sabíamos un rato largo, y más que íbamos a saber.

 

«Julia, non te deites co pelo húmido» 

Hace muchos años que no repabara en la anécdota sobre mi iniciación al porno, tantos como los que han transcurrido desde aquellos tiempos en los que a mí también me advertían sobre lo del pelo. Por eso, cuando leí en el muro de Lucía Estévez la frase, actuó inmediatamente como un resorte de un pasado de familia, miedos y hermanos, sin saber siquiera la historia que ella nos cuenta en Sendeiro. Han pasado algo más de 365 días desde que esta pequeña geniecillo «atopaba nesta curta unha forma de liberarme de moitos medos que me acompañaron dende cativa» y ahora, a través de la distribuidora Jóvenes Realizadores, nos la regala a todos y a todas en forma de «Amor e Dor por compartir(me)». 

Sendeiro Poster

Le digo geniecilla y digo bien porque sólo el poderoso universo que ronda por esa cabecita inquieta y los trabajos en los que ya ha participado merecen un post en sí mismo. En el caso que nos ocupa, AGADIC le otorgó la Ayuda de Talento 2017 con la que filmó esta historia de Julia y Manuel, dos personajes que «conviven solos con el silencio y la distancia, de espaldas, inmóviles a la realidad que hay fuera. La inocencia acompaña al pequeño en un intento por ayudar a su hermana a caminar por un sendero paralelo».

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No he podido preguntarle sobre lo del pelo mojado, si le ha quedado tan gravado a fuego que nunca se acuesta hasta que esté seco. En mi caso, no sé si por rebeldía o, simplemente, porque me gusta la sensación, ahora hago lo que me da la gana y, sobre todo en verano, disfruto de la frialdad de la nuca sobre la almohada. Me imagino recién llegada de la playa, recién salida de la ducha. Asomada a una galería que apenas existe salvo en mi recuerdo, con un camisón verde agua con topos rosas que por fin había heredado de mi hermana, en esa edad en la que lo de hacerte con la ropa de tus mayores ya no es un trauma sino una conquista. Echando hacia atrás la cabeza para sentir en la espalda al aire hasta dónde me alcanzaba la melena y refrescarme con ella. Sonando un vinilo también de prestado de Oscar Peterson, Orfeo Negro. Sola.

Sendeiro Irmans 1

Supongo que esto es el cine o uno de los méritos del cine o una de las claves que dan la medida de la calidad de la cinta: la capacidad de evocación que provoca en el público, de empatía, de identificación. Los tiempos a los que me trasladó Lucía fueron tiempos con más luz que los de Sendeiro, pero en los que igualmente hubo un rescate, puede que sin ser muy conscientes de ello en aquel momento. Ella fue ocupando silenciosa y pausadamente el lugar de mi Julia particular, la de la admiración y el miedo, sin término medio. Ella quizá me salvó de una convivencia enfermiza en la que yo fui Manu, la inocencia que naufragó en su esfuerzo por mostrar caminos paralelos. La inocencia adulta que aún hoy, a veces, se repite la misma frase: Non foi culpa miña.

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Sendeiro es un corto que habla del poder de la infancia en las relaciones entre hermanos, escribe su directora. Yo añado: es un diván en el que hacer sicoanálisis. Es un espejo en el que mirarse. Es un ejercicio necesario, como persona y como espectadora. Es un corto visual y existencial. Onírico y realista. Sin burdas obviedades, pero con verdades reconocibles. Con y sin salida. Frío y cálido. Imprevisto, incómodo, que no deja indiferente. Un corto narrado a cámara lenta, inteligente y detallista; en el que el dolor y el silencio se cuentan con poesía. Un corto con alma. Alma femenina. Alma de mujer, de niña, de hermana. Larga vida a las miradas lilas. 

 El preestreno de SENDEIRO tendrá lugar hoy jueves 9 a las 22.00 H en el Centro Sociocultural de Sar (Santiago de Compostela) dentro del ciclo Cinema en Sar.

Consultar futuros pases y novedades sobre el corto en su página de facebook.

FUENTES:

1.Foto de La Ley del Deseo extraída del blog ciudadescondida.com

2. Material visual de Sendeiro extraído de las redes sociales de la directora, Lucía Estévez, del corto y de Jóvenes Realizadores.

3.Tema musical principal del corto: Fui a buscar el Sol, de María Rodés

 

 

 

 

 

 

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