Viajamos hacia Jaisalmer a ritmo de Bollywood, tanto por la banda sonora como por los camiones customizados que vamos sorteando mientras sumamos quilómetros a través de unas carreteras sin normas. Nunca me gustó el género, ni el musical, en general, ni Bollywood, en particular; pero reconozco que me he comprado una de esas faldas de colores y con vuelo, porque hay vida más allá de los Saris.
Casta y moda
Por sus ropas las conoceréis y aunque el Sari es el principal atuendo de las indias, sorprende poder identificar las castas no solo por la diferencia entre la seda y el polyester sino también por el uso de otro tipo de indumentaria.
Este sistema de segregación social supuestamente fue abolido hace más de 50 años, pero siglos de tradición hacen que sobreviva en la mayor parte del país, de tal manera que los intocables o Dalits representan un sexto de la población (160 millones de personas. Datos de 2014)
Casta, no obstante, no es sinónimo estrictamente de clase social -aunque la mayor parte de los Dalits, obviamente, son pobres- por lo que nada impide a una mujer intocable hacer uso del Sari; salvo si visitas el Rajasthan y, sobre todo, el rural, donde te llamarán la atención otro tipo de estilismos, si se pueden llamar así.
De nuevo la contradicción del viajero, admirar como belleza unas faldas largas, lisas o de flores, con blusas entalladas, de combinaciones arriesgadas incluso para las pasarelas. ¿Es que acaso es posible que la pobreza sea estética?.
Este año, especialmente, ha habido varios debates al respecto, fruto del rescate de una campaña de sensibilización tan perfecta que finalmente consiguió en muchos casos el objetivo contrario. Pasa lo mismo con lo que fotografiamos, ¿por qué realmente encontramos exóticas o hermosas ciertas escenas de la miseria? ¿Qué nos mueve realmente a la hora de apuntar el objetivo en una u otra dirección?
Supongo y espero que, efectivamente, sea el afán de denuncia, de hacer visibles realidades que, a medida que sumamos quilómetros, se van volviendo más áridas y más vulnerables. No pierdes la perspectiva de lo que ves ni de lo que vives pero sí hay muchos momentos de irrealidad, de viaje en el tiempo, de ser protagonista o prisionera de una película por la que ya nunca dejarás de pagar entrada.
Me ha pasado hoy, que he dormido al raso en el desierto. Desierto hindú, babel de idiomas, silencio… y, de nuevo, el ruido; el de la ciudad y el de los turistas, que seguimos hablando en alto, escuchamos a Leny Kravitz o a Manu Chao y pedimos a gritos una tostada de Nutella ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?
–Do you feel good?
Desierto de Thar
Anoche, mientras contaba estrellas, intentaba recordar lo que me habían explicado, si los vestidos con vuelo eran solo del Rajasthan o de todo el país y si existía alguna diferencia entre los de la mujer rural y los de la mujer o niña gypsy, más allá de los rotos y la roña.
También pensaba en Aastha, el nombre que he inventado para la intocable con sueños de actriz o de modelo que posó para nosotras a cambio de unas rupias y a la que le robé unas fotos para comprobar que lo suyo era innato: su belleza, su movimiento, su charme…Pensaba en ella y lamentaba que le hubiese tocado el peor papel en este reparto: el de ser mujer, ser dalit y ser india.
Pensaba en ella y en si también dormiría al raso, consciente de que, en su caso, la experiencia nada tendría que ver con la aventura. Pensaba en ella y me preguntaba si vería las mismas estrellas que yo. Pensaba en ella y me preguntaba qué deseos habría pedido.
Espero que se cumplan, sus deseos y los míos, pese a haberme confundido y haber encomendado nuestro futuro a un satélite creyendo que, por su movimiento, era una estrella fugaz.
Hace 2 años conocí Jaisalmer y vivi una experiencia como estas. Me encanto tu escrito. Saludos!