#Encampaña, Cañete y el desfile de Pronovias

– ¿Cuántos sabíais que la marcha nupcial de casi todas la bodas era un fragmento de Lohengrin?

– (…)

-Vale, pero yo digo cuántos lo sabíais a los siete años.

Los siete años, esa edad en la que, por fin o por última vez, te disfrazas con un traje de novia. Aunque me joda reconocerlo yo también fui una de esas cursi-niñas a las que les chifló el vestido de Lady Di y que aspiró a enfundarse alguna vez en el de su madre. Eran tiempos en los que aún no entendíamos lo del amor libre aunque ahora cada vez tengamos menos libertad para ejercerlo.

La semana pasada se produjeron dos acontecimientos relevantes de los que apenas he hablado: Una reunión de Vips en Barcelona para celebrar el 50º aniversario de Pronovias y la despedida de soltera de la Doctora Peña, una médica muy moderna que apostó por Cañete ¿como el boy de la fiesta?

Si lo pensamos bien, ambos sucesos tienen bastante sentido, porque estamos en el cuatrimestre BBC (bodas, bautizos y comuniones). Son fiestas en las que la frontera entre ir bien o ir disfrazado es muy sutil y equivocarte puede traer trágicas consecuencias. Se me ocurren, por ejemplo, las lágrimas de una futura esposa  a la que has conseguido eclipsar por haber elegido un modelo excesivamente explícito y en un tono tan virginal como el de ella. También  puedes cabrear al cura con un vestido-joya como el que triunfó en la fiesta de Barcelona en el cuerpo de Karolina Kurkova. Una espalda imposible para unos tiempos en los que probablemente se vuelvan a dar misas en latín y en griego, que es mucho lo que la iglesia nos está dando por el culo.

El caso es que entre el estilo y el disfraz siempre hay quien destaca por su naturalidad o mal llamada «campechanía». Sí, ese al que le revientan los botones de la camisa por la tripa, se remanga para comer los camarones y ya apesta a sudor antes de encabezar la conga, puro en boca.  Quizás muchos consideréis que este tipo de invitado debería entrar en la categoría de «disfraz», pero no, porque es de  esos tipos que aunque les quites la corbata va a seguir babeando. Cañete es uno de ellos. No me importa que sea gordo, hay ropa XXL; no me molesta especialmente su barba, aunque estoy segura de que sería de las que a mí me dan alergia; puedo obviar incluso que sea conservador, que sobre gustos colores y a mí también hay tonos que no me favorecen pero por lo que sí no paso es porque escupa y hable con la boca llena.

Estoy segura de que también sorbe la sopa -que solo imaginarlo me da dentera-, tan segura como de que lo que pasó el jueves, el viernes y hoy, que aún no pidió disculpas, no fue nada ni nuevo ni imprevisto porque, reitero, él no tiene disfraz en esta ceremonia, por mucho que Rajoy intente imponérselo.

Yo no vi el debate, entretenida con el merchandising de otras fuerzas minoritarias, pero mucho antes del glorioso: «El debate entre un hombre y una mujer es muy complicado, porque si haces un abuso de superioridad intelectual parece que eres un machista» fue aquello de: «El regadío hay que utilizarlo como a las mujeres, con mucho cuidado, que le pueden perder a uno», que digo yo que quizás fue por eso por lo que después tuvo tanto interés en defender la «ducha fría» como medida de ahorro energético.

Arriesgando, que yo no jugaría con nada susceptible de pincharse en una campaña electoral 😉

¡Ojo!, que no por previsible o reiterado estoy justificando o tratando de quitar importancia a lo sucedido; me sorprende, eso sí, que apenas hayamos reparado en su presunción de supremacía intelectual. En todo caso, hoy como ayer sabemos lo que hay  y, por tanto, deberíamos de contar con alguien que supiese obrar en consecuencia.

Por suerte para muchos y muy a pesar de otros, también supuestamente rojos, estas serán unas elecciones de nueva «afrenta» al bipartidismo. Obviamente no confío en Rosa Díaz para «torear mejor al macho», por más que el rosa sea mi color favorito, pero reaccionar al envite con un: «Ah, qué quiso decir, que me dejó ganar, pues si gana él perdemos las mujeres», que solo le faltó añadir: «chincha rabincha» moviendo su inquietante coleta, pues qué queréis que os diga, que está difícil esto de dirimir dónde está la susodicha supremacía.

Estoy convencida de que si Elena en vez de ir de boda fuese de calle habría demostrado algo más de nivel que el que le da adoptar su registro Highschool, que ya solo nos falta verla con sneakers y beisbolera. Claro que ¿alguien sabe realmente a que target representa? Por lo de pronto, por lo menos para mí, lo único evidente es que con su «disfraz» han tratado de quitarle años, han conseguido disimularle el mal carácter por ella misma reconocido pero no han logrado hacerla pasar ni por teenager ni por MILF.

En ambos casos, cuidado, porque tanto si te caracterizas por sorber naturalmente la sopa como si eres de los que te vistes o visten para aparentar lo que no eres tienes todos los boletos para no llegar al altar o, si llegas, no consumar el matrimonio.

 

 

 

 

 

 

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