El pudor de la Iglesia

Nunca estuve en el Vaticano. Mi única visita fugaz a Roma me obligó a ser selectiva, así que opté por un timo en el Coliseo y callejear sin rumbo hasta dar con la Fontana de Trevi y con una plaza cuyo nombre no recuerdo pero de las que también salen en las películas. Cuando llegó la hora, me alejé de la ciudad en tren, desde donde pude ver las cúpulas doradas del Imperio de Dios, diría que a Dios mismo, incluso, porque atardecía y el reflejo del oro distorsionaba hasta la vista. Acercarme tanto a la ventanilla para la contemplación trajo consigo un ataque directo del aire acondicionado sobre mi garganta, de tal manera que a medida que las cúpulas se hacían más pequeñas, los globos de pus en mis amigdalas crecían de manera directamente proporcional y con ellos, la fiebre. Fue en este estado de casi delirio cuando imaginé que más que el Imperio de lo divino aquellas torres redondeadas albergaban el Imperio de los Sentidos, una orgía fastuosa de venus y querubines, el incesto de la Piedad de Miguel Ángel con un Cristo tan viril como su Moisés o su David y una capilla sixtina hervidero de lujurias y prácticas rozando lo delictivo propias de cualquier burdel que se precie, con perdón de los iraníes.

cupula vaticano

El púrpura me pone

Sí, reconozco que tengo cierta debilidad por las intrigas vaticanas y la maldad cardenalicia y eso, sumado a la fiebre, provocó mi recreación sado literaria de las joyas escultóricas de la casa del Padre. La realidad, sin embargo, sé que aunque también tiene que ver con la lujuria y el sexo es mucho más jodida, porque lo hace desde la depravación y el abuso, desde el poder que nadie les ha otorgado pero que los hace omnipotentes e inmunes a tener que pagar condena por sus miserias. Es la ventaja de la fe, el perdón; los mandamientos dicen que si hay arrepentimiento, pero imagino que al ser siervos directos de Dios tienen bula y ni eso les preocupa.

El Papa Francisco, ese hombre que tanto recuerda a Anthony Quinn en Las Sandalias del Pescador; esa elección que sorprendió a propios y extraños cuando por fin salió la fumata blanca, ha intentado poner algo de mesura a los excesos, pero son tantos los frentes abiertos y tan purpurados los de la curia que dudo que viva para contarlo. Me consta que tiene un Dircom que es para sacarse el sombrero, sólo hay que ver cómo en un par de días consiguió que apenas afectase a su imagen de papa bueno sus supuestas veleidades con la última dictadura argentina. Lo que no sé muy bien es cómo trabaja, si hace dosier de prensa y si este incluye las noticias de provincias, aunque tratándose de la Meca de la peregrinación, como es Santiago, imagino que sí.

estatuas cubiertas

Esculturas vaticanas cubiertas

El caso es que, al mismo tiempo que el Vaticano decidía tapar sus vergüenzas ante la visita del presidente iraní, considerando vergüenzas no la pederastia ni nada que se le parezca sino el rico patrimonio artístico universal que antes describía con pus y lascivia, descubrimos que en un pequeño monasterio de la capital de Galicia la policía rescata a tres monjas indias retenidas contra su voluntad en régimen de clausura. Las mujeres –un total de cinco, dos de ellas permanecen en el convento- llegaron a finales de los años 90, siendo aún adolescentes, y supuestamente no se atrevieron a denunciar hasta el momento presionadas por los engaños y amenazas a las que se vieron sometidas por parte de la Madre Superiora.

Leer el relato de los hechos, la verdad, suena a que otra vez me ha salido pus en la garganta y vuelvo a novelar en mi delirio, pero no. Sí puedo echarle algo de imaginación para describir cómo debe ser el estilismo de la monja secuestradora porque todas responden a un mismo patrón, físico y estético, independientemente de la orden a la que pertenezcan. Nada de zapatos de Prada, como el anterior Papa y nada que ver, desde luego, con Sor Yeye o con Froilan María antes de casarse con el capitán Von Trapp.

monjas chungas

Amenazas de deportación

Según recoge el auto del caso, “la directora les aseguraba que su situación en España era irregular, que si abandonaban el convento las deportarían y al regresar a la India sólo sentirían el oprobio de sus familias avergonzadas”.

Asimismo, la policía concluye que “la nacionalidad de estas mujeres, su posterior aislamiento del mundo exterior, la dureza cotidiana que se vive en el convento, la persistente labor de adoctrinamiento, el trabajo excesivo y, en su caso, la escasa alimentación, produjeron con toda seguridad un debilitamiento en su capacidad de pensar y valorar el medio en el que estaban viviendo”.

El arzobispado, por su parte, niega la mayor y asegura que, efectivamente, estaban en trámites la libertad de dos de ellas, tras “sufrir el pasado verano un episodio de discernimiento”. Mátame camión, que para mí que aquí el arzobispo se ha hecho un poco de lío.

Conste que no me ha quedado muy claro cómo se produjo el reclutamiento, pero si tuvo algo que ver con el escaso número de vocaciones yo recomendaría a las Mercenarias que se apuntaran al nuevo reality: Quiero ser monja, Jesucristo es el mejor novio, que llega a España tras el éxito del formato en Estados Unidos. Y no, no estoy de coña, y si no lean el link.

Vergüenzas selectivas

Aunque la Iglesia, en esto de tapar vergüenzas es una experta, sin pudor alguno, todo hay que decirlo; no sé, creo que antes de preocuparse por el respeto al pueblo iraní debería des-correr el tupido velo sobre estos y otros hechos, ergo, hacer justicia. Convertir el Vaticano en algo parecido a un inmueble sin habitar, esas estancias amplias y sin vida que los antiguos inquilinos abandonan dejando los muebles tal cual, cubiertos, eso sí, para evitar su deterioro no parece razonable, aunque sea una medida puntual. Privar de la belleza y el conocimiento a otra cultura no es una señal de respeto, desde luego, sino una de las causas de tanto fanatismo, intrasigencia y falta de entendimiento entre los pueblos. Obvio, claro está, el detalle de que el objeto de la visita de Hasán Rouhaní era un suculento intercambio comercial por el que las arcas vaticanas van a ingresar 17 mil millones de dólares. Lo obvio porque eso sí que es una vergüenza difícil de ocultar -ante los ojos de Dios, al menos- por muy tupidos que sean los cortinajes del color de la maldad.

¡Cómo se puede ser, tan fariseoooo!

Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti

 

 

 

 

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