Cuando escribí la historia de la Rebelión de las Hunter reconozco que desconocía la realidad de un Festival pasado por agua. El Hipstercalendario, que marca el cambio de estación según el tipo de conciertos que organiza, había declarado abierta, además, la temporada de verano así que nada hacía prever que entre pedir birras o agua apenas ibas a notar la diferencia.
A golpe de 5 de Julio y en una localidad costera que se llama A Illa solo existe una explicación para el combo calabobos-ráfaga torrencial, que a sus Cooldeidades no les gustase el cartel de esta edición del Festival do Norte o quisiese poner a prueba nuestra lealtad frente a las tempestades.
Es verdad que estábamos advertidos, hasta con precisión, de lo que se nos venía encima pero nunca pensamos que llegase al límite de joder los estilismos que, sin duda, son lo mejor de estos eventos. Conste que, ni así, hubo rastro de las famosas katiuskas de marca en el recinto, y os aseguro que miré bastante al suelo porque no fue ni una, ni dos, ni tres las veces que l@s groupis me pisaron con su vehemencia. Lo que confirma mi teoría sobre la imitación y el estatus porque mientras nuestras Celebs, que también andan ya de romería, las lucen de fiesta en fiesta estratégicamente manchadas de barro, sus aspirantes #marcadelacasa las reservan para las faldas plisadas de diario, en el caso de las niñas de cole privado, o para la ropa de domingo, en el caso de las que tuvieron que esperar a las rebajas para hacerse con las tan preciadas botas de agua.
Es cierto también que aquí adoptamos e imitamos las modas siempre con retraso y el mundo indie aún está instalado en el momento zapa que no bota, pero en el antiguo, en el de las Converse más que en el de las New Balance, que ahora son las que mandan. La organización, más previsora que su clientela surtió de chubasqueros verdes y amarillos al personal, que si tuviera algo de imaginación hasta podría haberlos customizado y así sería más fácil encontrar a tu panda en caso de pérdida. Te facilitaban también pantalones de agua que combinados con el chubasquero, teniendo en cuenta que estabas en pleno recinto portuario, un buen fotógrafo podría haber hecho pasar a sus portadores por marineros del Gran Sol y no por fanáticos de Lori Meyers.
Este era el contexto, así que pese a nuestra atalaya -no llevábamos tacones pero sí había gente muy alta en el grupo- nos resultó imposible distinguir ningún outfit digno realmente de un Festival; tal vez nosotros éramos precisamente las raras avis, protegidos pero con identidad, con nuestro Anna Sui, conseguido Low Cost gracias a las sugerencias de la blogger Diebeautifulchoses, nuestro Adidas green vintage -que el que guarda siempre tiene- y nuestro TNA comprado en NY con garantía de no traspasar pero… se conoce que la dependienta desconocía eso de que la lluvia en Galicia no es tanta maravilla.
Ah, bueno, se me escapan las flores, que debió ser por el exceso de agua que hacían las veces de capucha en las cabezas de casi todas las niñas, dificultándote la visión si no estás muy en primera fila y mides un ajustado 1.60.
Ah, bueno, y se me escapa también hablar de los conciertos, creo, ¿no? Pero es que la verdad… solo fui uno de los días al Festival 😉 En cualquier caso, para eso están los críticos. Zapatero a tus zapatos y Anne Merkel… a los trapos.
Ahora en serio, más allá de mi carácter prejuicioso, con los indies tengo un problema racional, no soporto las voces nasalizadas, las letras pretenciosamente existenciales y, sobre todo, la actitud. Un Festival de estas características, que consiguió huir del «sota, caballo, rey» en el que, según los entendidos, se ha convertido la programación del 80 por ciento de estos eventos, tenía que ofrecer, de todas maneras, un gancho, y en el día de mi elección el reclamo era claramente Lori Meyers.
Vale, no cantan por la nariz; sus canciones se pueden corear, que sobre todo si estás de fiesta se agradece más que cortarte las venas, y hay que reconocer que la puesta en escena fue la más currada. Hasta te despertaba cierta ternura el momento chicas fuera de sí, por más que sus movimientos en algunos casos fueran más propios de un concierto de Extremoduro. Pero claro, son indies, y al final el ADN tenía que salir por algún lado: Me enciendo un cigarro, me lo pongo de medio lado, me arranco con unos acordes y… niñas, a lubricar.
Conste que hay que agradecerles a los granadinos que pusiesen algo de color a la noche, gris no solo por la lluvia sino por el grupo que los precedió: The Pains of Being Pure at Heart. Ese momento «ahora me hago un Xoel: Despido a mi banda, pillo músicos nuevos y aquí me planto para hacer lo mismo que hacía antes» (comentario oído entre el personal próximo a mi radio de acción). Ojo, que no sonaban mal y que tocaron temas muy divertidos pero no sé, no acabé de entender bien ese desfase precisamente entre algunos de sus sonidos y su «oscuridad«. Resultaban tan imberbes que en algún momento los podrías identificar con el típico grupo de una peli de highschool, la cazadora vaquera de Kip Berman de hecho te situaba directamente en los USA de los 80. En cualquier caso, serían el típico grupo pero de los «raritos» de la clase, no de los novios de las animadoras; y la chica, desde luego, tampoco sería de las de enrollarse con el capitán del equipo de béisbol. Lo que nos hizo sufrir la jodida, además, con ese Marilyn pero en negro, que con semejante temporal era obvio acabaría en plan Con faldas y a lo loco así que… o lo asumes y juegas con tus encantos o, monina, sal en vaqueros. Era algo difícil de entender tanto pudor cuando, sin embargo y pese al frío, pasó de la chupa y lució hombro y escote sin autobronceador. Que ahora que lo pienso, más que de highschool también podrían pasar perfectamente por el grupo-fetiche de la saga Crepúsculo.
A mí es que lo de los vampiros me llegó ya mayor, debe de ser por eso que tiendo a lo clásico y, no pudiéndonos quedar finalmente al directo de Kakkmaddafakka, que apuntaba ser la guinda de la noche, aposté a caballo ganador y me quedo con The Wave Pictures. Bueno, vale, no solo porque sonaran bien sino también y/o sobre todo por el «beautiful». Lástima que David Tattersall y su puta gorra me lo sacara demasiadas veces de plano 😉
Digamos que venía a ser al grupo lo que habitualmente nos toca ser a las chicas, el «complemento» que toca todo aquello que no es el bajo, la guitarra o la batería. Evidentemente, el mejor vestido, la sonrisa perfecta, el que baila a pesar de ser tío y… el que sabe actuar y al mismo tiempo agarrar con glamour un botellín de Estrella.
¿Que ese momento postureo-birra no dista tanto del de Lori Meyers y su cigarro?…
.. .mmmmm habrá sido la lluvia, que me confunde 😉
Ya bajo cubierto podéis escuchar a La Bien querida -artista invitada y pequeño himno pero que nos perdimos no por la lluvia sino por no madrugar- y leer la crónica musical y profesional en, por ejemplo, Hipersónica, que para eso se calaron hasta la médula y no solo un día. Hasta el Festival que viene 😉