Desde hace unos días hay una imagen que no puedo quitarme de la cabeza. Me siento una mierda por ello, además, pero supongo que podré declarar en mi defensa que se debe al aturdimiento. Que es una respuesta natural del subconsciente, que necesita alimentarse de algo hermoso, de un poco de belleza en esta primavera tan hostil.
No, no es ninguna imagen de las muchas que he posteado y retuiteado en busca de la cibercomplicidad y ciberindignación colectiva ante unos hechos de los que sólo hablamos los mismos. No es ninguna de las tantas otras que postean y retuitean a diario otros cibercabreados como yo, ingenuos 2.0 que creemos que la viralidad es capaz de romper tímpanos y hacerse oír ante la sordera europea. Es una foto en blanco y negro, eso sí, como todas las de los refugiados; y digo todas porque aunque el flash las dispare y publique en color sólo hay una forma de verlas, de luto.

Maison Valentino / Instagram
Sí, es la foto de un vestido, de un Valentino, para más frivolidad o soberbia. Hoy el diseñador publicaba otra, quizás más sofisticada, más estilísticamente trabajada, digna de selección para un museo, pero a mí la que me sigue rondando en la cabeza es la primera.

Mario Testino para Maison Valentino / Instagram
Desconozco qué es lo que me atrapó de ella. No recuerdo bien qué había sucedido en concreto el día que la vi, aunque eso da igual porque, realmente, en mi timeline, todos los días, más o menos, sucede lo mismo, aunque en los medios lo que se cuente sean cosas diferentes.
¿Habrá sido su inspiración helena? ¿o tal vez el poder hipnótico que consigue captar Peter Lindsberg con sus retratos? No lo sé, lo único que tengo claro es que en medio de tanto grito, dolor y llanto fue como un oasis, como un remanso de paz visual en un escenario que ha perdido la mayoría de los valores humanos y democráticos y el más mínimo sentido de la ética y de la estética. Porque al final, Aylan, por ejemplo, no fue más que eso, un adorno de mal gusto en los telediarios para remover conciencias que, en un abrir y cerrar de ojos, involucionaron de la condena al castigo; de la humanidad al mercado: Pacto UE-Turquía.
Realidad sin artificios
Nunca he cubierto información en terreno pero sí conozco la teoría, sé la lucha de las ONGs para evitar, por ejemplo, las fotos de niños con moscas y vientres hinchados, su trabajo para que se enseñe otra realidad, cuando sea posible, claro. Hay realidades, no obstante, que yo creo que sí se deben mostrar, lo contrario sería como llamarle al cáncer enfermedad de larga duración. Y pienso, por ejemplo, en un vídeo tras el ataque de Francia a Siria, en el que aparecen una serie de niños tendidos, muertos tras ser alcanzados por bombas de cloro, «con las muñecas atadas para que los brazos permanezcan dignamente cruzados sobre el pecho».
Un vídeo sin artificios, que no necesita de otro tipo de recursos para enfatizar el drama. Un vídeo que hay que mostrar porque apenas se conoce y porque «Un poco de realidad hace daño, pero un mucho de ignorancia sólo alimenta el suicidio colectivo». Son muertos, además, parte del mismo conflicto que provocó los atentados de París y de Bruselas, sobre cuyas víctimas, sin embargo sí sabemos demasiado. Nos recreamos hasta en el color del tanga si hace falta, en un extraño sentido de la información «que li dóna a la realitat un tractament d’espectacle. Una manera d’informar que no té empatia ni sensibilitat amb les víctimes, ni amb l’espectador. Un periodisme que no té voluntat de connectar amb una realitat sinó que és un exercici de pura mercaderia d’imatges”.
La autora de este artículo, Mònica Planas, reaccionaba así a la actuación de los presentadores de Antena 3.“Simples conductors d’impactes que pensen en un consumidor-devorador de la morbositat. Parlar de “millors moments” en un atemptat és convertir el periodisme en snuff-movie i els periodistes en psicòpates de la desgràcia aliena”.
Pero habría que ir más allá y analizar otras cadenas. Habría que reflexionar sobre el sentido de introducir una publipieza con las ventajas de la nueva aplicación de twitter: Periscope y la inmediatez de sus imágenes, en las que la sangre aún no ha coagulado; o la inutilidad de un directo para narrar de forma cursi, redundante y sobreactuada lo que ya estamos viendo en el altar de velas, peluches y corazones. La información necesita componente humana, cierto, pero tanto París como Bruselas han estado sobrados de ella mientras que el contexto, el background ha brillado por su ausencia. Es obvio que muy pocos quieren joderse el tacón así que, sobre ciertos temas, mejor pasar de puntillas que, además, no dan tanta audiencia.

Foto Prosocial / Facebook
Habría estado bien, por ejemplo, saber qué ha pasado realmente con ACNUR, por qué las redes y otros foros se incendian y denuncian connivencia con las deportaciones mientras la organización hace gala de toda su artillería comunicativa para negarlo. Primero, remitiendo a una entrevista en la que el titular está en los últimos párrafos, donde la organización reconoce que no se opone al pacto con Turquía y donde asegura que no van a tener una “presencia en términos de proveer asistencia directa en el interior de los centros”; pero añade un ambiguo “vamos a tomar un papel de aconsejar a los internos”. De la entrevista a un teletipo-comunicado de la agencia EFE, de la agencia EFE al NYT español y del NYT a un vídeo ad hoc elaborado por La Sexta que insiste en el mismo mensaje: “Acnur se niega a participar en la expulsión de refugiados a Turquía”. ¿Raro, no?

Foto Better days Morla / Bienvenidos Refugiados España
Habría sido interesante informar a la opinión pública, más allá de las tertulias y de una frase perdida en un debate con muy pocas respuestas, de que el 87 por ciento de los atentados yihadistas desde el año 2000 se producen en países de mayoría musulmana. Hacerlo, además, de una manera ilustrativa, para que se visualice el porcentaje, no por una cuestión de competencia sino por una cuestión de humanidad y de comprensión, porque la muerte es lo único que nos iguala. Para los cadáveres no hay víctimas de primera y de segunda, ya no se enteran, las hay, en todo caso, para sus familias y para sus vecinos, que deberían ser, como mínimo, más empáticos con quienes sufren el mismo dolor, con quienes incluso sufren la muerte en vida.

Paco Gómez Nadal / Facebook
Habría que explicar, en algún momento, las conexiones del ISIS con las principales potencias armamentísticas, un negocio multimillonario para quien vende y un rearme ideológico y material para quien compra. Capitalismo puro y duro, por si alguien tenía dudas del verdadero dios que rige todos los destinos.

Internet
Habría que advertir de que la elección de las palabras no es una cuestión baladí y que si un niño en los campos de Idomeni muestra un cartel que dice Sorry for Brussels, no está pidiendo disculpas, porque no tiene nada de qué disculparse, sino expresando su solidaridad con las víctimas belgas. De la misma manera que una portada que habla de “sin papeles” en vez de refugiados está faltando a la verdad y condicionando al lector hacia la tolerancia sobre el pacto de la vergüenza.

Reuters / Internet
Habría que introducir la perspectiva de género y a la foto publicada en la página de Julio Flor me remito, «ella descalza con tres niñ@s colgando de su cuerpo y ellos cubiertos y con los brazos en los bolsillos».
Habría… hay tantos frentes abiertos… tantas aristas desde las que informar y que denunciar sobre lo que está pasando que seguro que ningún editor de informativos tendría problema para completar la escaleta; es más, necesitaría más segundos para que un conflicto que sigue cumpliendo con todos los criterios de noticiabilidad no tenga que esperar a que las bombas lleguen a occidente para continuar, de aderezo, en agenda.
Sordos de tanto ruido
Cuando salieron los datos del último CIS no me los podía creer, que sólo un 1,6 de los españoles considere la violencia de género como un problema nacional –pero este es otro tema que merece su espacio propio- y que ni uno solo, un 0,0 por ciento de los encuestados sitúe el conflicto de los refugiados entre los 39 problemas del país. Claro está que la encuesta se hizo antes de los atentados, ahora a lo mejor la cifra variaba, aunque no por una mayor conciencia, me temo, sino por pánico y egoísmo, seguro.
Quizás tenga razón Paco Nadal y vivamos «anestesiados por la sobreinformación», borrachos de cifras y de conflictos que se entremezclan con la última trama de corrupción, con la soledad de Errejón, con la relación abierta que propone Pedro Sánchez y que Iglesias, más de izquierdas pero también más conservador en lo del amor romántico, no acaba de ver o con el desembarco de Obama, Chanel y los Stones en la aún Cuba de Raúl-Fidel. Las ciudades están empezando a tomar medidas cuando los indicadores de exceso de contaminación en aire sobrepasan los límites recomendados. ¿No deberíamos de hacer algo también los periodistas ante todo este ruído?
Ciegos por falta de belleza
La vida en cualquier caso es muy rara. De repente, es jueves y a los coletazos de Bruselas se le suman la muerte de Johan Cruyff, la Última Cena, el Día contra la tuberculosis –sí, esa enfermedad que pensábamos que ya sólo era un recurso romántico para la novela- 40 años del golpe de Videla y cuatro décadas de condena a Radovan Karadzic por el genocidio de Sebrenica.

Internet
Rara y fea, o es que me coincidió escribir en un día especialmente malo. El caso es que de la misma manera que dejaría mis zapatos, incluso los únicos que tengo de Prada, en la estación de Budapest, como han hecho los húngaros de bien, que también los hay, para que los refugiados puedan calzarse; también necesito ese Valentino. De hecho, creo que todos necesitaríamos vestir nuestras mejores galas –que no las más caras-, salir a la calle y reclamar un poco de belleza. Estoy convencida de que nos templaría la ira, el rencor, la indignación, «el odio, que es la base del terrorismo», la indiferencia o el extremismo que nos radicaliza hacia una u otra cara de la moneda y desde ese estado quizás sería un poco más fácil la construcción o re-construcción de un mundo mejor.
Europa necesita vestir bonito, «líderes políticos capaces y periodistas que hagan su trabajo» más allá del espectáculo o de «comprar los cuentos al poder».
Sábado de Gloria
Nota: la mayor parte de los artículos y referencias provienen de artículos de opinión en blogs, páginas personales, perfiles en redes o algún medio. En ningún caso, desde luego, del espectáculo televisivo