En letargo… he estado recalculando la ruta, esperando ese momento en el que la voz del GPS te dice, después de varios radares y un sinfín de rotondas: Ha llegado usted a su destino.
Quizás haya tardado más de lo previsto en ser capaz de oír pero es que emprendí el vuelo con la vista nublada y en Saturno, si no ves, no oyes. Cosas del GPS, del de los sentidos, en este caso, más incontrolable, si cabe, que el del que nos marca casi infalible una dirección. O quizás el problema esté en mí y en no haber sido ágil con las coordenadas.
¿PAÍS DEL EQUILIBRIO?
El caso es que después de varias vueltas, más de una lágrima, cierta confusión, un bloqueo, alguna pérdida y no pocas contradicciones he dado con los puntos cardinales de esta mi nueva aventura en la tierra. Sé que estoy más cerca del sol porque las hasta ahora escasas veces que ha salido me ha quemado más que cuando frecuentaba otro hemisferio; desconozco, sin embargo, si los años luz que me separan de mi planeta son los mismos y si, efectivamente, mi perspectiva desde aquí será la del equilibrio.
Ecuador define el norte y el sur, qué paradoja o cuántos sentidos puede adquirir tal dualidad: geográficos, personales, geopolíticos, geosociales… Por lo de pronto, geográficamente está justo en el medio y en lo que respecta a lo demás… supongo que hoy podría ser más norte que muchos de los países que así se consideran.
Un país que emerge mientras otro(s) se hunde(n). Y en un mundo, en un planeta en el que ya nada es lo que parece, en el que ni la Patria es madre ni vieja es ya Europa, las opciones se limitan: o volver a la nave o calzarse el pie gigante y caminar: con la cabeza saturnal, con la mirada abierta a nuevas especies y con los tacones dispuestos a recalcular también las coordenadas de la perspectiva. Para reinventar-se, para reciclar-se, para inter-relacionar-se, para descubrir, re-descubrir y ser descubiertos por uno mismo y por el que tenemos al lado. Tan cerca, tan lejos.