Peaches Geldof

Sí, la hija de Bob Geldof, 25 años, modelo, ha muerto.

Me enteré ayer, por la red, pues nada había oído de la existencia de esta chica hasta ese momento. Un cuarto de siglo, uno de mis números favoritos, con un trágico desenlace, sobre todo para un padre, pues no hay nada que suponga más dolor que sobrevivir a los hijos. ¡Y qué ironía, que una de las canciones más míticas de ese padre tenga una letra que, desde ya, seguro que va a tener para él otro duro significado!.

El suceso creo recordar que comenzó a hacerse viral por la tarde; por la mañana, si la memoria no me falla y las páginas interiores de la prensa del día no están erradas, en Alicante una mujer recibía varias puñaladas de su marido. Los números bailan, no según el número de puñaladas pero sí según lo certeras que estas hayan sido, en cualquier caso coquetean ya con ese número mítico, el 25.

Obviamente, no hubo un hastag #señoradealicante y ni tan siquiera el de #violenciamachista estuvo a la altura del de la hija del cantante. Hoy, por supuesto, el mundo sigue llorando a Peaches pero hay que bucear, y mucho, entre el ruido y la inmediatez de estos tiempos tan supuestamente bien informados para confirmar que lo de la señora no había sido un sueño mío.

La ley de Murphy, un día que consigo ser organizada y disciplinada y dejar el post escrito antes de rendirme a Juego de tronos y de entregarme a morfeo y al final tengo que volver a darle una vuelta al teclado, hacer inmersión documental y recurrir a la hemeroteca como si de lo que fuese a hablar hubiese transcurrido en tiempos de los Grimbenger o de los Lannister.

5 Abril 2014: Un hombre mata a su mujer y se suicida en Valls

6 Abril 2014: Una mujer muere tras recibir varias puñaladas de manos de su marido

7 Abril 2014: Una mujer de Alicante recibe varias puñaladas de su marido

Pero los tiempos son estos, las fechas y los hechos de una realidad que es obstinada, como el mar, que por más que intentes engañarlo con la mejor de las ingenierías para ganarle terreno siempre se acaba imponiendo.

Una realidad silenciada, y no por falta de palabras -aunque nunca sean las suficientes- sino porque ya está perfectamente instalada, interiorizada y casi normalizada en lo cotidiano, a falta de esa gran ola con exceso de espuma y sal que, como dice la canción de Julio de la Rosa (con desafortunadísimo vídeo, eso sí, por eso elijo el directo): Nos escueza tanto que queramos arrancarnos la piel.

Asunción y/o resignación, debate político, lenguaje inclusivo, pasotismo o sectarismo, Walking Dead, la vecina del quinto, una performance en cualquier sitio, un hastag en la red, el hombre como enemigo, el drama y el periodismo, 25 velas blancas, o negras, concentrarse, ausentarse… ¿y así hasta el infinito?.

Reconozo que cada día soy más escéptica con las acciones simbólicas o rituales, quizás por falta de valor, quizás porque no me llega la palabra patriarcado como respuesta, pero lo que no soy es una resignada, por eso cada día que haya que seguir contando, no modelos sino anonimatos, este espacio sólo acogerá versos, eso sí de un poema sin enterradoras ni plañideras, de un poema de denuncia y reivindicación a recitar sin distinción de géneros. Un poema de sublevación y de respeto.

«Y entonces un día

una no quiere ser más una mujer

porque serlo

no siempre es tan bueno

ni tan dulce

porque serlo

es a veces amargo y duro

entonces una se subleva

se ve el cuerpo y las manos

se ve el sexo

se descubre toda

como una mujer

entonces niega y reniega

maldice y discute

entonces se subleva y denuncia

y entonces no

no renuncia a ser

sólo piensa, decide, habla

y le avisa a todos

que a partir de ahora será

una mujer».

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