Y no porque hoy toque escuchar, sino porque hoy necesito silencio. Hoy necesito ausencia de palabras y un fundido a negro. Hoy necesito descomprimir porque lo que son tristes son las ausencias no las muertes programadas; perdón, las «singularidades históricas», que de eufemismos también va servida esta agonía.
Dicen que la muerte nos iguala, en su resultado final, cierto, pero no en su desenlace y ahí están las muertes discretas, las muertes con dolor, las muertes anónimas -que por eso me gusta tanto leer los obituarios- y las muertes espectáculo y a Adolfo Suárez hace tres días que le han puesto bata de cola.
Si surrealista fue ver a «Adolfito» dar una rueda de prensa anunciando preventivamente el deceso, más insólito me resultó verlo acercarse ayer a los periodistas para pedir disculpas por las 48 horas que su padre los tuvo allí esperando, y no, no me creo sus lágrimas de cocodrilo en su rostro y porte impecables, porque yo también fui hija, yo también velé a mis muertos y a mí también me sometieron a un estricto calendario de horarios para el tiempo de descuento.
Demócratas, fascistas o conversos nunca me alegraré del mal ajeno y siempre respetaré el acto más íntimo al que todos algún día tendremos que enfrentarnos pero como agnóstica que soy me superan por igual las beatificaciones, las laicas y las religiosas, y me acojonan y no poco los crucifijos presidiendo un ferétro, ¿una reminiscencia de mi infancia, de esos tiempos en los que mientras Suárez caminaba hacia la gloria yo le pedía a Dios que no me abriera la cabeza cayéndose desde la pared desde la que lo que presidía era mi cama?.
Cuando una misma noticia, un mismo personaje, es la misma portada en El País y el Hola algo hemos tenido que hacer mal. Yo, por deformación profesional, que para algo estudié en una Facultad tan bonita como poco funcional, asistiré al Congreso por radio y televisión, y no cito canales ni sintonías porque hoy, como ayer, todas serán una y hoy, como ayer, olerá también a naftalina. Suerte de no tener que retransmitir el evento porque los apellidos compuestos siempre se me han atragantado en la dicción y entorpecen, y no poco, a la hora de titular.
Volvimos al blanco y negro, o por lo menos yo así lo siento, y conste que no tengo nada en contra de Suárez; como anarcopija que soy, además, reconozco su carisma y su prestancia, me atrevería a decir, incluso, que su look sigue siendo mucho menos encorsetado y más moderno que el de buena parte de los que hoy le acompañarán; a los que, por cierto, les advierto: ojo con la polilla, no vaya a carcomer la caja.
En este contexto, creo que se han declarado tres días de luto oficial, concepto que nunca entendí bien ni le vi las ventajas porque cuando eres niño no implica que no tengas que ir a clase y de adulto no supone tres días de asueto. Si a lo que se refiere es al color a la hora de vestir, yo ahí tengo suerte porque el tono me favorece, y si es del «clásico» de lo que se trata, tampoco hay problema porque en cualquier momento el brazalete oscuro siempre ha destacado mucho más sobre el blanco que sobre el azulgrana.
Releo y quizás Tal como éramos habría sido mejor titular para esta entrada o Tal como fuimos o… ¿Tal como seguiremos siendo?. Yo no me atrevo a dar la respuesta, yo sólo sé que, ahora mismo, lo que necesito es… Silencio.