Sé que la mayoría estáis imaginando que voy a hablar de esto…
… o quizás de esto otro, si preferís un ejemplo más nacional.
Porque ciertamente, si no se tratase de un lenguaje políticamente incorrecto, la relación de ideas entre el abuso de la toxina botulínica y la falta de neuronas resulta obvia.
No sabría decir qué fue primero, si el golpe en la cabeza y de ahí hacerse víctimas de la estética o si fue la cirugía la que, además de robarnos la identidad en la apariencia, nos inmovilizó músculos y hemisferios.
El caso es que, a veces, los periódicos te dan más alegrías que las tendencias y en alguna que otra página perdida alguien te explica que el uso del bótox está siendo muy exitoso en la rehabilitación de niños con parálisis cerebral.
«Este tratamiento debe considerarse de primer orden al mejorar la calidad de vida de los niños y también de los cuidadores», afirmaba no hace mucho la doctora del Chus Pilar Muíña, principal autora del trabajo Tratamiento con toxina botulínica para sialorrea con parálisis cerebral infantil», premiado dentro del XXXI Congreso de la Sociedad Gallega de Medicina Física y Rehabilitación.
¿Si, cómo os habéis quedado?, igual de transmutados que la rubia pero sin intervención quirúrgica, ¿no? 😉
Cuando decidí erigirme en faro y guía de vuestro consumo fashionista tenía claro que hay necesidades que tanto las publicaciones sagradas como las poligoneras obvian cubrir. Detrás de los outfits tribales nadie os explica que en África se libran mil batallas; lo militar como última tendencia no os recuerda, por ejemplo, lo de Crimea y los reportajes sobre el bisturí no se acompañan nunca de prospectos, es decir, de las indicaciones y también las contraindicacions de esa medicina.
Antes de sumarse al equipo de animadoras, de cheerleaders del Inem, la autora de Destino Oz sufrió y padeció en primera persona las consecuencias de una meningoencefalitis herpética aguda con más de dos rombos, es decir, supuestamente prohibida para menores de 18. Pero el mundo, quizás por exceso de cirugía, tiende a saltarse las normas y ya sabéis cómo va esto, los ricos cada vez más ricos y los vulnerables cada vez más enfermos.
Sabela progresa adecuadamente pero sus padres aún tienen que estar alerta. Hay más Sabelas que, sin embargo, no han tenido la misma suerta pero sí deberían tener los mismos derechos… a estar igual de favorecidas ;).
Desde aquí os animo, por tanto, a alzar vuestros pompones y reclamar alto y claro: ¡El bótox… y el Sergas!