Generación Hanna Barbera

Tocaba ayer esto de la Agenda, pero ya sabéis que ando algo liada debatiéndome entre la maleta, el vértigo y la nostalgia. No, no regreso a Saturno, porque sois mayoría los que me habéis pedido que siga los pasos de mi jefa, así que esa nueva perspectiva centrada desde la que os iluminaré, de la que os hablaba el otro día, será Ecuador.

Me siento un poco como un toro atravesado por la estocada porque haciendo memoria de la infancia se me ha venido a la cabeza aquella experiencia de clase de ciencias que consistía en pintar una naranja y pincharle una aguja de calcetar o algo así. Era la forma gráfica de demostrarnos lo de los hemisferios, creo, y deduzco que justo el medio del pinchazo era el Ecuador, ¿no?.

Siempre he odiado las agujas; soy Piscis, es decir, el espíritu de la contradicción y el desequilibrio, y al final, mirad dónde voy a acabar. El caso es que de esos mismos tiempos de los experimentos con cítricos  son las colecciones de cromos y los dibujos que han hecho que gran parte de los de mi generación aún usemos más camisetas de fantasía que puños con gemelos.

Reconozco, no obstante, que de Hanna Barbera no recordaba la suerte de Pierre Nodoyuna, tuve que llegar a casa y poner el youtube y entonces sí, torrente de recuerdos, sonrisas y lágrimas. ¿Los Culpables?: El Kanka en la Casa das Crechas.

No hay nada mejor que ser una ignorante musical y acabar en un concierto por casualidad, esas noches improvisadas en las que contabas quedarte en casa, sofá y manta, y al final, primero un vino, después otro, quizás un pincho, ¿y si echamos un vistazo a ver que tal suenan estos?.

«Hay quien se dedica a esto para salir en la foto, o para ligar… que no es nuestro caso y tampoco miro para nadie…» Pablo Alborán ríe el público… o Quique González, añado yo, y ya me han medio ganado. Después, la siguiente canción -el concierto ya había empezado- otra más en un registro totalmento distinto; Hanna Barbera; solo tres instrumentos, dos de ellos por cierto estropeados; el apoyo esporádico de un violín y, sobre todo, cero impostura y pretenciosidad -sí, sigo pensando en Quique González, lo siento, soy de ideas fijas-

Bebí cerveza sin alcohol así que haberlos elegido como himno antimorriña cuando cruce el charco no tiene nada que ver con los efectos típicos de una sobredosis etílica sino con mi buen criterio 😉

«Me dolerá, me dará miedo… pero al final todo eso dará igual… «

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Hoy los tenéis en el Mardi Gras en A Coruña, yo me dejaría caer, y teniendo en cuenta el día que hace, con mayor motivo. Además, en el directo ganan aún más, y no solo la pasta de la entrada, claro 😉 A Gozarrrrrr!!

 

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